Capítulo 4: Parte 1


"LA SEMILLA DORADA"

Al rato de terminar de comer, Rebeca decidió que lo mejor era volver a casa para que yo pudiera descansar bien. Lo primero que decidimos cuando llegamos, fue darnos una ducha. Por eso cada una se dirigió a uno de los dos aseos que tenía la casa. Mientras sentía el agua caer de la alcachofa, imágenes borrosas de mi recuerdo venían a mí mente.

" Meriem aún tenía algún truco reservado y, por lo que observo, vuestras heridas son demasiado graves para intentar romper su barrera." - Le había dicho la sacerdotisa.


- Meriem...- Murmuré pero no podía recordar de quién se trataba. Sin embargo, tenía el presentimiento de que ese nombre era importante para mí.- Meriem- Pronuncié de nuevo en voz alta, tratando de evocar más recuerdos que pudieran ayudarme a comprender mejor. Pero daba igual. Por mí podía gritarlo y me seguiría sin sonar de nada. A veces tenía la sensación de que mi mente permanecía dormida. Que yo misma me estaba ocultando cosas.

Entonces me dio un pinchazo en la cabeza.- Aahh...- Grité dolorida.- ¿Emily?- Oí que me llamaba mi tía al otro lado de la puerta.- Re... ¡ahhh!- Sentí otro pinchazo aún más fuerte. Quería salir de la ducha y sentarme, pues tenía la sensación de estar a punto de perder el equilibrio.

- ¡¿Qué te pasa?!- Preguntó asustada. Cuando abrió la puerta yo ya había conseguido sentarme encima de la tapa del retrete. Sujetaba mi cabeza con ambas manos. Parecía que estaba a punto de explotarme.- Tranquila, dime que te duele.- Dijo poniéndose de puntillas a mi altura.- La cabeza...- Contesté entre dientes.

Rebeca me ayudó a terminar de vestirme y me llevó hasta la cama. Se fue, y al momento apareció con un vaso de agua y una aspirina.- Tomate esto. Seguro que tienes jaqueca después de todo lo que ha pasado.... tendríamos que habernos venido antes... siempre tan cabezota...- No tenía ganas de que me riñera, pero encontraba un punto conciliador en su voz. La cual hacía que me olvidase un poco del dolor de cabeza.

- Venga bebe- Me ordenó mientras me daba la pastilla e inclinaba el vaso hacía mí. A penas tuve tiempo de ver la pastilla, pero me pareció captar una especie de semilla dorada. Juraría que no parecía la típica aspirina de toda la vida.- ¿Qué me has dado?.- Cuestioné adormilada.- Shh... ahora descansa- Su voz era un eco lejano y pronto me sumí en un profundo sueño.

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