Capítulo 1: Parte 2



- ¡eh! ¡Su alteza! ¡Cuidado no te vayan a salir cayos en las manos!- Me dijo con ironía y volvió a mi lado con dos enormes y pesadas cajas de cartón que depositó sobre mis manos- vale ya capté la indirecta- Le respondí rodando los ojos mientras que Rebeca sacó de su bolsillo un juego de llaves y abrió la puerta. 

Atravesamos el pequeño jardín hasta llegar al porche y cuando iba a meter la llave en la cerradura se detuvo. Se quedó quieta como una estatua- ¿tía?- Pero no me contestó- Rebeca…-Volví a llamarla esta vez un poco más preocupada- ¡mierda!- Soltó de repente- se me ha olvidado la chaqueta en el aeropuerto- Suspiré aliviada al oírla. Ya habían pasado diez años desde que vivía con ella y jamás me acostumbraba a su rara y extravagante personalidad. Y es que este tipo de cosas (como soltar cosas sin sentido) era lo más normal en ella.

- ¡Oh dios mío llamen a la policía, al FBI, a la CIA! ¡Mi tía se ha olvidado la chaqueta! ¡Qué terrible tragedia!... Y ahora si no te importa ¿puedes abrir esa puerta antes de que me quede sin brazos?- Hizo un chasquido con la lengua al oír mis sarcasmos y entre dientes dijo algo como “era mi favorita”. Metió la llave en la cerradura, giró y se escuchó un suave “clic” que nos dio la bienvenida.        

-Al fin- Dije y dejé las cajas en el suelo. Rebeca encendió la luz y las dos pudimos ver con mejor claridad el interior de la casa. Nos encontrábamos en un pequeño recibidor que daba a unas escaleras. A ambos lados había dos puertas corredizas abiertas en su totalidad. A la derecha podía apreciar el salón y a mi izquierda el principio del comedor. Las paredes eran de color salmón y el suelo era de parqué- no descanses tan rápido que aún nos queda trabajo- Me advirtió- ¡Sí, mi general!- Respondí burlonamente a lo que ella volvió a alzar una ceja y se dio media vuelta hacia la furgoneta. Me quedé mirando como se iba y pensé cuanto habría tenido que sacrificar por mí. Últimamente no podía parar de quitarme aquella idea de la cabeza.

Rebeca era una mujer bastante sencilla. Un poco temperamental en ocasiones pero simple. Para ella todo era blanco o negro. Nunca había término medio. A los ojos de los demás aparentaba tener menos de treinta, pero ambas sabíamos que hacía tiempo que los había pasado. Vivía ajena al encanto que desprendía a su alrededor. Como si no se diera cuenta de las muchas miradas que se posaban en ella debido a su esbelta figura y sus curvas femeninas. Para ser sincera la envidiaba bastante. Esperaba algún día poder parecerme a ella. Sexy, lista y segura de sí misma. Todo al mismo tiempo. Si no fuera por su temperamento sería casi perfecta para algunos. 

Por otro lado, digamos que la moda no era algo esencial en su lista de prioridades. Vestía al estilo que le apetecía ese día. Aún recordaba cuando le dio por ir a la moda disco de los 70. ¡Terrible!. Ahora parecía que había encontrado algo constante en sus pantalones piratas y sus blusas vaporosas de diferentes colorines. Si algo no cambiaba mucho era su  particular corte de pelo, de color azabache y a la altura de la nuca. Además, apenas llevaba maquillaje; tan solo un poco de rimel para resaltar sus ojos chocolate y su característico pintalabios color burdeos. Lucía natural pero hermosa.  

Y a pesar de todo, nunca le había conocido novio o la había visto salir con alguien. Para las relaciones románticas era una persona tremendamente hermética. Guardaba su intimidad tan celosamente que en ocasiones me preguntaba si incluso a mí, su sobrina, me estaría ocultando algo. Se entregaba demasiado a su trabajo, la arqueología, y solía usarla como escusa para aislarse del resto. 

En parte me sentía culpable, pues sabía que antes de estar juntas se dedicaba a recorrer el mundo. A veces presentía que había cambiado radicalmente desde el accidente de mis padres, donde se vio obligada a ser mi tutora legal. Responsable de una niña de tan solo seis años.

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